"Es hora de que nos rindan cuentas"

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por David Hidalgo ~ Opinión ~ 05 September 2014 10:09

¿Por qué es posible que el ejecutivo de un banco o el funcionario de un ministerio sepan todo de nosotros, pero casi nadie hace las mismas preguntas a los políticos?

El rasgo dramático de varias revelaciones periodísticas recientes es que, en perspectiva, no hemos descubierto nada nuevo. No podemos reclamarnos ignorantes de que siempre hubo ladrones, asesinos y mentirosos en el poder. El detalle es que ahora lo sabemos mejor que nunca, pero igual elegiremos a algunos para volver a ejercerlo. “Averiguar por qué actuamos como actuamos es un asunto de gran complejidad”, escribió el filósofo José Antonio Marina en un libro titulado “La pasión del poder”. El fenómeno está muy estudiado y supone una transacción de la que no somos inocentes: “para imponerse, el poder debe actuar sobre la razón y sus creencias, o sobre el corazón y las suyas”, dice el ensayista. Tal vez eso ayude a entender algunas preferencias electorales que nos pintan como un país esquizoide, donde estamos cansados de los personajes oscuros, pero sospechamos más de los honestos: es como si nos hubieran convencido de que así debe ser.

Deberíamos hacer con los políticos lo mismo que hemos hecho con el aporte a las AFP: decir basta. ¿No es evidente que se trata de la misma situación en que los ciudadanos estamos en desventaja frente al poder? Hace poco nos resistimos a que el Estado regalara a grandes empresas la posibilidad de quitarnos dinero. Ahora deberíamos negarnos a que ciertos políticos se aprovechen de los vacíos del sistema para ocultar, mentir y encima recibir en bandeja el destino de nuestros fondos públicos. Porque una cosa es cierta: la información de sus declaraciones juradas no es necesariamente la verdad, sino lo que ellos quieren que sepamos. Ahora pongámoslo de este modo: si usted se presenta a una entrevista de trabajo con un CV en que dice ser abogado por una universidad que no es, y le descubren la mentira, ¿le darían el puesto? Y si usted acude a un banco para pedir un préstamo sin decir que tiene dos deudas impagas, ¿le darían ese préstamo sin revisar su historial? Y si usted olvida o no puede pagar sus arbitrios municipales y le llega la cobranza coactiva, ¿le perdonarían el cobro por su cara de buena gente? En todos los casos la respuesta será negativa: tanto la empresa como el Estado tienen mecanismos para detectar esa información y protegerse. ¿Por qué los ciudadanos no hacemos lo mismo? ¿Por qué es posible que el ejecutivo de un banco o el funcionario de un ministerio sepan todo de nosotros, pero casi nadie hace las mismas preguntas a los políticos? “Todos los seres tienen sus leyes”, escribió Montesquieu. Es un asunto de equilibrio: hasta donde nos dijeron siempre, la idea era que todos siguiéramos las mismas.

Lo más valioso que ofrece la aplicación Cuentas Juradas es que nos da la opción de ejercer al menos un poco de la clase de control que el poder ejerce sobre nosotros. Con eso podemos decirle a los candidatos: si usted miente, es poco claro o nos oculta todo, aténgase a las consecuencias. Nuestra fuerza coactiva no son las armas ni el aparato del Estado, sino el voto. Ese simple acto representa mucho más que lo aparente: significa que hemos llegado al punto de poner límites y condiciones mínimas a quienes nos gobiernan. Si usted llegó a pensar que aquello de la soberanía del pueblo era una frase hueca, retórica para dummies, tal vez sea el momento de cambiar de opinión. Ingrese a esta aplicación, busque a su candidato, lea los resultados. Tenga en cuenta los hallazgos que hemos publicado y esté atento a los reportajes que se vienen.

Involúcrese.

No hay peor deshonor que ser cómplice por desidia. 

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